martes, 3 de julio de 2018

LAS RAÍCES DEL FASCISMO Y LA CASILLA DE SALIDA

Víctor González

LAS RAÍCES DEL FASCISMO Y LA CASILLA DE SALIDA

No es de extrañar, o tal vez sí, que sea la Comunidad de Madrid el lugar que ha amanecido sembrado de carteles exaltando el franquismo y su mausoleo decimonónico implantado aun hoy, en pleno siglo XXI, con un aseverativo “El valle no se toca”: corto y castrense.

No es de extrañar porque Madrid ha sido y sigue siendo, el punto neurálgico en el que se siguen reuniendo todas las terminaciones nerviosas del fascismo. Sonado es un lugar en las inmediaciones del Paseo de la Castellana, lleno de simbología fascista y plurinacional en su trastienda, por el que pasan y han pasado nombres, que no dejarían indiferente a nadie.

Sin embargo resulta sospechoso, que no haya habido fuerza pública ni en Alcalá de Henares, ni en Las Rozas o San Lorenzo del Escorial por poner ejemplos de carteles o pancartas con la cara de dictador y el lema referido al Valle de los Caídos, que haya visto e impedido su distribución y pegado, y que en virtud de la Ley de Memoria Histórica lo haya impedido.

Las raíces de la derecha española, son tan profundas como la misma historia. Se han ido adaptando con el paso del tiempo a cada momento, con el fin de que prevaleciesen siempre los mismos; familias que ancestralmente llenan salas de caoba de retratos y, que desde el primer tercio del siglo pasado, llevan todas el apellido junto a los suyos de: franquistas.

Cuarenta años después de la muerte de aquel dictador al que tantos veneran, siguen sus símbolos, sus escenarios y su libreto igual de candentes que con él en vida. Nunca la falsa transición se planteó ni de soslayo resolver un asunto que en cualquier parte de Europa sería sencillamente impensable y escandaloso, y que aquí, en la España cargada de profundidades abisales, se sigue imponiendo con la normalidad de <<esto es así, y no le demos más vueltas>>.

Casi cabe la calificación de audaz para el movimiento de Pedro Sánchez el querer sacar los restos del genocida de su mausoleo particular y entregárselos a la familia que, por cierto, y como medida de presión, dice no quererlos.

Qué triste que pasados tantos lustros, una ley de Memoria Histórica comience a dar por fin sus primeros y tímidos pasos, y que nos parezca audaz, antes que imprescindible y extemporánea por tener cuarenta años de retraso.

El otro paso necesario en aplicación de la justicia, es cortar de raíz estos comportamientos, estas terminaciones nerviosas del fascismo que, encima se financian de fondos públicos en casos como el de la Fundación Franco, y que el PP se niega en el Senado a que se investigue para su ilegalización. ¿Siempre estaremos en la casilla de salida?

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