miércoles, 6 de julio de 2016

“Al final va a tener razón aquel falangista y a mi padre se lo comieron los lobos en la cuneta”

Está desolado pero también indignado. A Manuel García Fernández no le cabe dentro la rabia que siente desde que se ha enterado de que los restos de su padre, Antonio García López, alias ‘el Botella’ y concejal durante la II República en el municipio sevillano de Guillena, no parecen estar en ninguna parte: “Tengo 85 años y no he logrado encontrar el cuerpo de mi padre después de más de treinta buscando”.

La Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía ha detallado en su informe de intervención el resultado negativo de la búsqueda. Era la tercera vez que se intentaba la localización, pero de nuevo sin éxito. Ningún hallazgo. Manuel relata con la voz entrecortada que no esperaba, en ningún caso, este resultado. “Al final va a tener el falangista razón, que me dijo con mucho malaje que a mi padre se lo habían comido los lobos cuando lo echaron a la cuneta”, afirma con dureza.

De profesión jornalero y conocido por su sobrenombre en el pueblo de Guillena, ‘el Botella’ vivía en la calle Alcalá Zamora número 11 antes de la guerra. Estaba casado con Gracia Fernández y tuvo cinco hijos. Los dos más jóvenes aún viven, Manuel con 85 años y José de 87. Manuel tenía solo cinco cuando su padre desapareció. “Lo recuerdo vagamente y ha sido tanto el miedo que hemos tenido que no atreví ni a buscarlo hasta que tuve cincuenta años”, apunta.

ASESINADO EN EL CAMINO DEL SERRANO

Tal y como destaca el informe, Antonio García fue elegido “concejal por el Partido Republicano Radical en las elecciones del 31 de mayo de 1931”, pero con el estallido del golpe militar y la toma del pueblo tuvo que huir de inmediato. “En agosto de 1936, cuando tenía 46 años, una batida de la Guardia Civil lo encuentra en el camino del Serrano (que une El Ronquillo con Guillena) aplicándole el Bando de Guerra de inmediato”.

Manuel relata en la conversación con este periódico el complicado momento de darle la noticia a su hermano José, mucho más delicado de salud. “Teníamos hasta un nicho comprado para que cuando lo encontraran pudiera descansar para siempre con mi madre. A mi hermano le ha costado mucho asimilar la noticia y yo no sé qué pensar. Yo no me creo nada, parece que nos han engañado, ¡con lo que hemos pasado en mi familia!”, se lamenta.

“CUBRIÓ SU CUERPO CON PIEDRAS”

Según el informe, al que ha tenido acceso andalucesdiario.es, “la fosa donde el testigo vio muerto a ‘el Botella’ y cubrió su cuerpo con piedras (…) está situada a unos metros (entre ocho y doce metros) del cruce del camino del Serrano y el ‘camino no oficial’, bajo un árbol que allí se encuentra llamado aguapero”. Sin embargo, la investigación dirigida por la arqueóloga Elena Vera no ha dado los frutos previstos tras diversos intentos de marcar el sendero que sí era transitado en 1936.

“¿Cómo no va a estar mi padre? Yo no me puedo creer que me vaya a morir con este disgusto, pero la Junta ya no va a buscarlo más después de tantas veces”, aclara Manuel resignado, mientras rememora la dura lucha de su madre para sacar adelante a todos sus hijos. “Mi hermana Amparo era la que llevaba a mi padre la comida durante el tiempo que estuvo escondido en el Serrano. La pobrecilla no decía nada, pero la Guardia Civil la vigilaba y le tiraban del pelo para que dijeran dónde estaba mi padre”.

UNA RECLAMACIÓN DEL AÑO 1985

La primera carta de Manuel a las administración fue escueta y se dirigía al entonces alcalde de Guillena, en el año 1985, para que lo ayudara a buscar a su padre, miembro de la corporación municipal durante la República. “No recibí ninguna respuesta y hasta la gente me decía que qué hacía yo poniéndome a remover esas cosas”.

Harta de sentirse continuamente señalada, la familia del ‘Botella’ se marcharía del municipio a principios de los años 50. En aquella época no solo faltaba su padre, el cabeza de familia, sino que a su hermano mayor, Antonio, también lo habían llevado preso a la cárcel provincial de Sevilla. Según apuntan las investigaciones, a Antonio García Fernández, nacido en 1916, conocido como el hijo de, ‘Botella’, formaba parte “del grupo de 46 ciudadanos que salen de la Prisión Provincial de Sevilla el 11 de noviembre de 1936 para ser asesinados en el cementerio de San Fernando”. Manuel recuerda cómo su madre iba a diario a visitarlo a la cárcel hasta que una mañana le dieron sus pertenencias en una bolsa de esparto. “Aquí ya no está su hijo”, le dijeron.

Y Manuel no puede olvidar tampoco “cómo humillaban a su madre a ir cada mes a pagar el alquiler de su casa porque a aquellos fascistas les daba la gana, a pesar de que todo estaba en regla, cómo entraban en la vivienda a molestar cada vez que querían”. Incluso les arrebataban, “por puro capricho”, lo poco que tenían: “Hasta las mazorcas de maíz, que era lo que nos daba de comer, nos quitaban”, recuerda con amargura.

SIN RASTRO

Fue entonces cuando Gracia decidió marcharse a Jerez de la Frontera con sus hijos. Allí se encontraba su hermano pequeño, aún soltero, que los ayudó a todos a mirar hacia delante. “Gracias a mi tío empezamos de nuevo, pero allí nadie volvió a hablar de ellos, ni de mi padre ni de hermano Antonio”.

El informe concluye destacando que “una vez más el intento de localización de los restos óseos del concejal Antonio García López ha sido infructuoso. La nueva área de trabajo, situada entre los dos caminos, ha sido explorada al milímetro”. Los hijos del ‘Botella’ han quedado destrozados por la noticia. Incrédulos y con ganas de despertar de una pesadilla interminable: “A mí se me ha roto el alma. No quiero pensar qué pudieron hacer con el cuerpo ni vivir con esta angustia. Es demasiado duro imaginarlo”, relata Manuel.


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